"Fantasía cuerpo-mente
En el artículo «Psychology in Physical Language» (Psicología en lenguaje físico), Rudolf Carnap sostiene que toda frase de psicología se puede formular en lenguaje físico. Tal y como él lo plantea, todas las frases de psicología describen fenómenos físicos, principalmente el comportamiento físico de los seres humanos y otros animales.
No veo que la primera flormulación implique necesariamente la segunda. Es perfectamente posible que toda afirmación de psicología pueda traducirse a una afirmación física. Pero esto no significa que las afirmaciones de psicología traten de fenómenos físicos. La siguiente analogía, espero, aclarará este punto.
Imagina (¡si puedes!) un mundo con la curiosa propiedad de que dos objetos tienen el mismo color si y sólo si tienen la misma forma. De esta manera, todos los objetos rojos, por ejemplo, son esféricos y todos los objetos esféricos son rojos; todos los objetos verdes son cúbicos y todos los objetos cúbicos son verdes; y así sucesivamente. Imagina también que la mitad de los habitantes de ese mundo es totalmente incapaz de distinguir los colores mientras que la otra mitad ve los colores perfectamente. En este mundo, color es análogo a mental, y forma es análogo a físico. De ahí que los materialistas son los que no ven los colores, y los dualistas son los que ven los colores. (Desgraciadamente, no puedo encajar a los idealistas puros en este mundo, ya que, ¿qué podrían ser más que personas que ven colores, pero no formas? -esto es demasiado raro incluso para mí.)
¡Imagina las controversias metafísicas que podrían surgir en semejante planeta! Los que ven los colores sostendrían que los objetos se diferencian no sólo en forma y tamaño, sino también en algo más, igualmente importante, que llamarían color; y afirmarían que lo sabían por percepción directa, ¡no por ningún proceso de razonamiento! Lo que no ven los colores serían completamente escépticos; considerarían las visiones de los que ven los colores, ocultas o místicas, ¡con toda la razón! En esta situación, los que ven los colores no tendrían forma de demostrar su visión de los colores a los que no ven los colores. Siempre que uno de los que ve los colores pudiera distinguir dos objetos por su diferencia de color, uno de los que no ven los colores podría distinguirlos también por su diferencia de forma. Así que no sería posible ninguna demostración empírica para los que no ven los colores. De igual forma, en esta situación, todas las afirmaciones acerca de los colores serían traducibles a afirmaciones acerca de formas (¡al menos en la opinión de los que no ven los colores!). Imagina ahora que los que ven los colores desarrollaran un vocabulario dual utilizando tanto palabras referidas a colores como palabras referidas a formas. (Trataré más adelante algunas objeciones a este vocabulario dual). La mitad de las palabras de este vocabulario serían redundantes para los que no ven los colores. Uno de los que ven los colores diría «Este objeto es esférico y rojo, que son dos cosas muy distintas». Alguno de los que no ven los colores contestaría «Sigo sin entender la distinción entre las palabras esférico y rojo)). ¡Imagina las teorías que inventarían los que ven los colores para explicar el fenómeno dual de la forma y el color! Algunos considerarían la forma y el color como aspectos o modos diferentes de la misma sustancia subyacente. Otros se maravillarían de que Dios hubiera dispuesto una especie de armonía maravillosa entre las formas y los olores. Surgiría entonces una especie de teoría de identidad según la cual, al margen de todas las diferencias posibles entre los significados de las palabras color y forma, los colores y las formas mismas serían lo mismo en el fondo. Por supuesto, los que no ven los colores no entenderían nada.
Naturalmente, sería muy fácil desmontar esta analogía hasta dejarla hecha añicos. Se podría preguntar: «¿Qué sucede si una esfera se corta por la mitad y queda convertida en dos hemisferios? ¿cambian de color las dos mitades de repente?» ¡Claro que tendrían que hacerla en un modo semejante! ¿Cómo? Mediante alguna misteriosa ley física. De igual forma, en un mundo semejante, no habría dos fuentes de diferentes luces monocromáticas -digamos que no habría más que una fuente de luz blanca constante. Habría que explicar otras muchas inverosimilitudes, pero lo importante no es si un mundo así es remotamente realista ni siquiera si es lógicamente posible; esto no es más que una analogía cuyo propósito es (espero) ayudar a comprender ciertos aspectos del problema de la dicotomía cuerpo-mente.
Sin embargo, hay serias dificultades mucho más fundamentales en esta analogía. En primer lugar, ¿por qué razón han tenido que desarrollar un vocabulario dual los que ven los colores? A continuación, ¿cómo podrían saber los que ven los colores que los otros no ven los colores? Por esa razón, ¿cómo podría uno de los que ven los colores averiguar si otro tiene o no visión del color? Y por esa razón, ¿podría uno saber si él mismo ve los colores? En realidad, ¿podría haber surgido distinción alguna entre formas y colores; podrían haberse desarrollado estas dos nociones diferentes?
Considero esta pregunta muy importante, pero reconozco que ignoro la respuesta. Sospecho que la respuesta es «Sí, si que podrían», pero, curiosamente, por analogía con el problema cuerpo-mente. De momento supongamos que existe un paralelismo total entre los fenómenos físicos y mentales. Aun así, algunas personas de esta tierra -quizá la mayoría- establecen de hecho una distinción radical entre los dos y aseguran que se trata de dos conceptos muy diferentes, no de uno.
Evidentemente, uno de los modos como podrían haber surgido las distinciones de color y forma en este planeta, sería que algunos de los que ven los colores procedieran de un planeta vecino en el que las leyes físicas y ópticas fueran como las de la Tierra. Estos pocos podrían haber establecido una distinción entre el color y la forma antes de aterrizar en ese extraño planeta. ¡Imagina su total sorpresa! ¿Crees que serían capaces de averiguar si los demás distinguían los colores? ¡Quizá sólo llevándolos a su planeta natal!
Me gustaría examinar ahora una ligera y temible variante de nuestra analogía. Una vez más, nuestro Planeta A es tal que dos objetos tienen la misma forma si y sólo si tienen el mismo color. Una vez más, la mitad de la población ve los colores -con lo que quiero decir que tienen el mismo sistema fisiológico que tenemos los que entre nosotros percibimos los colores- y la otra mitad no distingue los colores. Supongamos ahora que nadie en el planeta había sospechado que hubiera diferencia alguna entre formas y colores y que los que ven los colores no tuvieran ni idea de que se diferenciaran lo más mínimo de los que no ven los colores. Lo que es más, sólo se habría desarrollado un vocabulario; digamos que esférico querría decir a la vez esférico y rojo (que son coexistentes); cúbico significaría a la vez cúbico y verde; y así sucesivamente.
Supongamos ahora que un grupo de ese planeta viajara por primera vez a otro planeta -un planeta normal como la Tierra. Imagina las reacciones de los que ven los colores. ¡Podrían creerse que se están volviendo locos! Verían, por ejemplo, un Objeto A, rojo y esférico, un Objeto B, verde y esférico, y un Objeto C, verde y cúbico. Los Objetos A y C serían perfectamente normales. ¡Pero el Objeto B! ¡Qué clase de monstruo híbrido es ese! ¡Imagina cómo intentarían describirlo de vuelta a casa! «Es a la vez esférico y cúbico!» (Con lo que querrían decir, por supuesto, «Es a la vez esférico y verde»)
«¿Qué quieres decir con esa tontería? ¿Cómo puede algo ser a la vez esférico y cúbico?»
«Bueno, en un sentido es esférico; en otro sentido es cúbico.»
«¡Venga ya! ¿Qué clase de disparate místico dialéctico es ese? Todos sabemos que la proposición «Un objeto esférico no es cúbico» es analítica -es necesariamente cierta». «Bueno, en un sentido es analítica, pero en otro sentido de hecho es falsa.»
Y así sucesivamente.
Si los viajeros se quedaran en el otro planeta durante una temporada, evidentemente tendrían que desarrollar un vocabulario dual. Cuando volvieran a casa, comprenderia la distinción entre la visión del color y la percepción de la forma. ¿Dirías que habían tenido visión del color todo el tiempo, pero que no se habían dado cuenta? (Puede que esto sea parecido a la creencia de ciertos místicos orientales según la cual todos nosotros nos encontramos en estado de revelación, ¡pero no lo sabemos!) Algunos lectores dirán probablemente, «Sí, siempre la habían tenido», otros: «No, no la habían tenido», y aún otros (de orientación positivista) que la pregunta carece de significado a menos que signifique que tenían capacidad de distinguir objetos de diferente color y de igual forma y tamaño en un planeta normal. Yo creo, sin embargo, que después de regresar a casa la mayoría de los viajeros hubiera dicho: «Sí, siempre he tenido visión del color, pero no lo había notado. Puede que no haya adquirido una nueva facultad, sencillamente he sido consciente de una facultad que siempre había poseído.» (Una vez más, puede que esto no se aleje mucho de lo que dicen ciertos adeptos de la doctrina Zen, que afirman: «Con la revelación no he ganado nada»).
Espero que mi lector sienta al menos cierta analogía con el problema de la dicotomía cuerpo-mente. Lo que más me desconcierta es ¿cómo es posible que discrepemos entre nosotros tan radicalmente acerca de una cuestión tan básica? Los dualistas no conciben las sensaciones como opuestas a los fenómenos físicos, como algo oculto o desconocido, sino como algo que se conoce directamente y con absoluta seguridad. Los materialistas monistas afirman que este concepto es ilusorio, oculto o místico, como los conceptos de mente y alma. ¿Por qué esta fantástica diferencia? ¡Ninguna cantidad de razonamiento inductivo o deductivo basta para resolverla! Entonces, ¿a qué se puede atribuir esa diferencia? Me cuesta trabajo creer que los dualistas tengan una especie de facultad perceptiva suplementaria (como la visión del color) de la que carecen los materialistas. ¿Es posible que para resolver la diferencia sea necesario algo tan drástico como el descubrimiento de la falta de paralelismo entre los fenómenos físicos y mentales?" (SMULLYAN, R.: 5000 años A. de C. y otras fantasías filosóficas. Madrid, Cátedra, 1989, pp. 90-95).
En el artículo «Psychology in Physical Language» (Psicología en lenguaje físico), Rudolf Carnap sostiene que toda frase de psicología se puede formular en lenguaje físico. Tal y como él lo plantea, todas las frases de psicología describen fenómenos físicos, principalmente el comportamiento físico de los seres humanos y otros animales.
No veo que la primera flormulación implique necesariamente la segunda. Es perfectamente posible que toda afirmación de psicología pueda traducirse a una afirmación física. Pero esto no significa que las afirmaciones de psicología traten de fenómenos físicos. La siguiente analogía, espero, aclarará este punto.
Imagina (¡si puedes!) un mundo con la curiosa propiedad de que dos objetos tienen el mismo color si y sólo si tienen la misma forma. De esta manera, todos los objetos rojos, por ejemplo, son esféricos y todos los objetos esféricos son rojos; todos los objetos verdes son cúbicos y todos los objetos cúbicos son verdes; y así sucesivamente. Imagina también que la mitad de los habitantes de ese mundo es totalmente incapaz de distinguir los colores mientras que la otra mitad ve los colores perfectamente. En este mundo, color es análogo a mental, y forma es análogo a físico. De ahí que los materialistas son los que no ven los colores, y los dualistas son los que ven los colores. (Desgraciadamente, no puedo encajar a los idealistas puros en este mundo, ya que, ¿qué podrían ser más que personas que ven colores, pero no formas? -esto es demasiado raro incluso para mí.)
¡Imagina las controversias metafísicas que podrían surgir en semejante planeta! Los que ven los colores sostendrían que los objetos se diferencian no sólo en forma y tamaño, sino también en algo más, igualmente importante, que llamarían color; y afirmarían que lo sabían por percepción directa, ¡no por ningún proceso de razonamiento! Lo que no ven los colores serían completamente escépticos; considerarían las visiones de los que ven los colores, ocultas o místicas, ¡con toda la razón! En esta situación, los que ven los colores no tendrían forma de demostrar su visión de los colores a los que no ven los colores. Siempre que uno de los que ve los colores pudiera distinguir dos objetos por su diferencia de color, uno de los que no ven los colores podría distinguirlos también por su diferencia de forma. Así que no sería posible ninguna demostración empírica para los que no ven los colores. De igual forma, en esta situación, todas las afirmaciones acerca de los colores serían traducibles a afirmaciones acerca de formas (¡al menos en la opinión de los que no ven los colores!). Imagina ahora que los que ven los colores desarrollaran un vocabulario dual utilizando tanto palabras referidas a colores como palabras referidas a formas. (Trataré más adelante algunas objeciones a este vocabulario dual). La mitad de las palabras de este vocabulario serían redundantes para los que no ven los colores. Uno de los que ven los colores diría «Este objeto es esférico y rojo, que son dos cosas muy distintas». Alguno de los que no ven los colores contestaría «Sigo sin entender la distinción entre las palabras esférico y rojo)). ¡Imagina las teorías que inventarían los que ven los colores para explicar el fenómeno dual de la forma y el color! Algunos considerarían la forma y el color como aspectos o modos diferentes de la misma sustancia subyacente. Otros se maravillarían de que Dios hubiera dispuesto una especie de armonía maravillosa entre las formas y los olores. Surgiría entonces una especie de teoría de identidad según la cual, al margen de todas las diferencias posibles entre los significados de las palabras color y forma, los colores y las formas mismas serían lo mismo en el fondo. Por supuesto, los que no ven los colores no entenderían nada.
Naturalmente, sería muy fácil desmontar esta analogía hasta dejarla hecha añicos. Se podría preguntar: «¿Qué sucede si una esfera se corta por la mitad y queda convertida en dos hemisferios? ¿cambian de color las dos mitades de repente?» ¡Claro que tendrían que hacerla en un modo semejante! ¿Cómo? Mediante alguna misteriosa ley física. De igual forma, en un mundo semejante, no habría dos fuentes de diferentes luces monocromáticas -digamos que no habría más que una fuente de luz blanca constante. Habría que explicar otras muchas inverosimilitudes, pero lo importante no es si un mundo así es remotamente realista ni siquiera si es lógicamente posible; esto no es más que una analogía cuyo propósito es (espero) ayudar a comprender ciertos aspectos del problema de la dicotomía cuerpo-mente.
Sin embargo, hay serias dificultades mucho más fundamentales en esta analogía. En primer lugar, ¿por qué razón han tenido que desarrollar un vocabulario dual los que ven los colores? A continuación, ¿cómo podrían saber los que ven los colores que los otros no ven los colores? Por esa razón, ¿cómo podría uno de los que ven los colores averiguar si otro tiene o no visión del color? Y por esa razón, ¿podría uno saber si él mismo ve los colores? En realidad, ¿podría haber surgido distinción alguna entre formas y colores; podrían haberse desarrollado estas dos nociones diferentes?
Considero esta pregunta muy importante, pero reconozco que ignoro la respuesta. Sospecho que la respuesta es «Sí, si que podrían», pero, curiosamente, por analogía con el problema cuerpo-mente. De momento supongamos que existe un paralelismo total entre los fenómenos físicos y mentales. Aun así, algunas personas de esta tierra -quizá la mayoría- establecen de hecho una distinción radical entre los dos y aseguran que se trata de dos conceptos muy diferentes, no de uno.
Evidentemente, uno de los modos como podrían haber surgido las distinciones de color y forma en este planeta, sería que algunos de los que ven los colores procedieran de un planeta vecino en el que las leyes físicas y ópticas fueran como las de la Tierra. Estos pocos podrían haber establecido una distinción entre el color y la forma antes de aterrizar en ese extraño planeta. ¡Imagina su total sorpresa! ¿Crees que serían capaces de averiguar si los demás distinguían los colores? ¡Quizá sólo llevándolos a su planeta natal!
Me gustaría examinar ahora una ligera y temible variante de nuestra analogía. Una vez más, nuestro Planeta A es tal que dos objetos tienen la misma forma si y sólo si tienen el mismo color. Una vez más, la mitad de la población ve los colores -con lo que quiero decir que tienen el mismo sistema fisiológico que tenemos los que entre nosotros percibimos los colores- y la otra mitad no distingue los colores. Supongamos ahora que nadie en el planeta había sospechado que hubiera diferencia alguna entre formas y colores y que los que ven los colores no tuvieran ni idea de que se diferenciaran lo más mínimo de los que no ven los colores. Lo que es más, sólo se habría desarrollado un vocabulario; digamos que esférico querría decir a la vez esférico y rojo (que son coexistentes); cúbico significaría a la vez cúbico y verde; y así sucesivamente.
Supongamos ahora que un grupo de ese planeta viajara por primera vez a otro planeta -un planeta normal como la Tierra. Imagina las reacciones de los que ven los colores. ¡Podrían creerse que se están volviendo locos! Verían, por ejemplo, un Objeto A, rojo y esférico, un Objeto B, verde y esférico, y un Objeto C, verde y cúbico. Los Objetos A y C serían perfectamente normales. ¡Pero el Objeto B! ¡Qué clase de monstruo híbrido es ese! ¡Imagina cómo intentarían describirlo de vuelta a casa! «Es a la vez esférico y cúbico!» (Con lo que querrían decir, por supuesto, «Es a la vez esférico y verde»)
«¿Qué quieres decir con esa tontería? ¿Cómo puede algo ser a la vez esférico y cúbico?»
«Bueno, en un sentido es esférico; en otro sentido es cúbico.»
«¡Venga ya! ¿Qué clase de disparate místico dialéctico es ese? Todos sabemos que la proposición «Un objeto esférico no es cúbico» es analítica -es necesariamente cierta». «Bueno, en un sentido es analítica, pero en otro sentido de hecho es falsa.»
Y así sucesivamente.
Si los viajeros se quedaran en el otro planeta durante una temporada, evidentemente tendrían que desarrollar un vocabulario dual. Cuando volvieran a casa, comprenderia la distinción entre la visión del color y la percepción de la forma. ¿Dirías que habían tenido visión del color todo el tiempo, pero que no se habían dado cuenta? (Puede que esto sea parecido a la creencia de ciertos místicos orientales según la cual todos nosotros nos encontramos en estado de revelación, ¡pero no lo sabemos!) Algunos lectores dirán probablemente, «Sí, siempre la habían tenido», otros: «No, no la habían tenido», y aún otros (de orientación positivista) que la pregunta carece de significado a menos que signifique que tenían capacidad de distinguir objetos de diferente color y de igual forma y tamaño en un planeta normal. Yo creo, sin embargo, que después de regresar a casa la mayoría de los viajeros hubiera dicho: «Sí, siempre he tenido visión del color, pero no lo había notado. Puede que no haya adquirido una nueva facultad, sencillamente he sido consciente de una facultad que siempre había poseído.» (Una vez más, puede que esto no se aleje mucho de lo que dicen ciertos adeptos de la doctrina Zen, que afirman: «Con la revelación no he ganado nada»).
Espero que mi lector sienta al menos cierta analogía con el problema de la dicotomía cuerpo-mente. Lo que más me desconcierta es ¿cómo es posible que discrepemos entre nosotros tan radicalmente acerca de una cuestión tan básica? Los dualistas no conciben las sensaciones como opuestas a los fenómenos físicos, como algo oculto o desconocido, sino como algo que se conoce directamente y con absoluta seguridad. Los materialistas monistas afirman que este concepto es ilusorio, oculto o místico, como los conceptos de mente y alma. ¿Por qué esta fantástica diferencia? ¡Ninguna cantidad de razonamiento inductivo o deductivo basta para resolverla! Entonces, ¿a qué se puede atribuir esa diferencia? Me cuesta trabajo creer que los dualistas tengan una especie de facultad perceptiva suplementaria (como la visión del color) de la que carecen los materialistas. ¿Es posible que para resolver la diferencia sea necesario algo tan drástico como el descubrimiento de la falta de paralelismo entre los fenómenos físicos y mentales?" (SMULLYAN, R.: 5000 años A. de C. y otras fantasías filosóficas. Madrid, Cátedra, 1989, pp. 90-95).