viernes, 23 de noviembre de 2007

AMPLIACIÓN TEMA "EL ENIGMA DEL SER HUMANO"

AMPLIACIÓN TEMA 2º
El enigma del ser humano




3.1. El concepto de persona


3.1.1. Introducción

b) Análisis etimológico: El término latino persona tiene, entre otros significados, el mismo que la voz griega πρόσωπον –de la cual se estima a veces que deriva el primero-, es decir, el significado de “máscara”. A veces se hace derivar persona del verbo latino persono (infinitivo personare), “sonar a través de algo”, “hacer resonar la voz”, como la hacía resonar el actor a través de la máscara.
Estos sentidos originarios no son todos los que cabe destacar. Por ej. , el vocablo persona fue también usado en el sentido jurídico justamente como “sujeto legal”. Algunos autores señalan que el modo como el término “persona” fue usado luego en el vocabulario teológico y filosófico procede más del sentido legal que del indicado antes.

3.1.2. - El individuo en el Judaísmo y el Paganismo

El papel y relevancia del individuo en el Judaísmo y el Paganismo fueron insignificantes, siendo en todo caso derivados y secundarios. Tanto en uno como en otro hallamos una preponderancia, un dominio de lo numérico sobre la individualidad.
Sin embargo habría que reconocer que ya en la civilización grecorromana surge de algún modo el concepto de individuo, el cual dará lugar más tarde, profundamente transformado y enriquecido, a la concepción cristiana.
El individuo en Grecia emerge de las instituciones sociales. Concretamente de las instituciones religiosas y del Derecho. Ahora bien, a pesar de ello en el Paganismo no vemos un reconocimiento del individuo como yo o persona, como autoconciencia e intimidad; es decir, del hombre como espíritu. Expresándolo de otra manera, sigue faltando la presencia de la categoría de “singular” que sólo aparecerá con el cristianismo. Sin embargo, esto no significa que los griegos no tengan una experiencia del “yo”; lo que ocurre es que dicha experiencia está orientada hacia el afuera. El individuo se conoce en los demás y en lo que hace; es como un ojo incapaz de verse a sí mismo. No hay propiamente introspección ni mundo interior. Únicamente se salvaría de este análisis Sócrates.

El Judaísmo, como ya se apuntaba al principio de este punto, prioriza a la comunidad o pueblo sobre el individuo. Por tanto la crítica realizada al Paganismo vale también aquí. Efectivamente, el pueblo judío constituye una comunidad en la que el sentimiento de grupo prima sobre el de individuo. El clan lo es “todo” y el individuo una parte que carece de verdadera autonomía y singularidad.
Pero lo definitorio del Paganismo y el Judaísmo (y que los diferencia en esta cuestión claramente del Cristianismo) reside en el modo de entender la relación del individuo con Dios. En este sentido podríamos afirmar, pues, que el individuo se define –o podría definirse- por su relación a Dios.
En el Paganismo se establece una relación de “camaradería” con Dios, por lo que se le considera un superlativo humano, una especie de “superhombre” con todos nuestros defectos y virtudes –por supuesto también “súper”-. Así pues, los dioses de la antigüedad pagana son el producto de la antropomorfización de los deseos, instintos y cualidades del hombre. La medida y la relación son puramente humanas y mundanas. En el Cristianismo, al contrario, la medida y la relación es divina y personal, siendo su concepto de Dios diametralmente opuesto al del Paganismo.
Por su parte el Judaísmo también se distancia del Paganismo en cuanto al concepto de Dios. Sin embargo en este caso hay que hablar de una relación de Dios con su “pueblo” elegido, pero no directamente con cada individuo –si exceptuamos a los Sumos Sacerdotes que tendrían un papel de intermediarios-.

Concluyendo, si bien es verdad que en el Paganismo y el Judaísmo podemos apreciar ciertos avances hacia la individualidad (con relación a la sociedad y a Dios), no podemos hablar aún de verdadera “singularidad”, de “espíritu” Sin embargo, Sócrates supone cierta excepción, a la que dedicaremos nuestra atención seguidamente.


3.1.3.-El individuo en Sócrates

La importancia del individuo en Sócrates se pone de manifiesto ya en su mismo método filosófico, en su filosofar. El mismo lema de “conócete a ti mismo” conlleva el que cada cual se vea como lo que es: un individuo diferente de todos los demás.
Es el hombre, y no la naturaleza, el objeto de sus preocupaciones; concretamente la acción humana en su dimensión moral y los principios éticos que deben regirla. Como sabemos este “giro antropológico” representó un cambio de rumbo en la Hª de la Filosofía de tal trascendencia que marcó un «antes» y un ·«después».
Efectivamente el método irónico-mayéutico, a diferencia de los discursos retóricos de los sofistas, implica un tratamiento personalizado de los temas éticos. El diálogo con los individuos es el instrumento adecuado para descubrirles su falso saber y dilucidar racionalmente la verdad, “parir” conceptos auténticos y acciones realmente éticas. No existe otra manera de encararse con las cuestiones ético-existenciales.

3.1.4.-El individuo en el Cristianismo

Como es sabido con el Cristianismo apareció una nueva visión sobre Dios, el mundo y el hombre. El ser humano se convierte en criatura de Dios y es elevada a la dignidad de persona. Nunca anteriormente en la historia de la humanidad había sido enaltecido de tal modo. Cada cual, todos nosotros, aunque diferentes somos igualmente valiosos. Poseemos un valor personal inalienable que nos hace ser categórica y categorialmente individuos.

Con el Cristianismo, a diferencia del Paganismo y el Judaísmo, el individuo es tal por sí mismo y no por pertenecer a una sociedad. El individuo es un ser personal, un ser espiritual o un yo. De este modo la «categoría de singularidad» adquiere plenamente su significado, constituyéndose en el Principio mismo del Cristianismo. De esta categoría depende que permanezca o caiga la causa del Cristianismo. ¿Por qué? Pues porque las personas se hacen cristianas cuando se ponen bajo esta categoría. Lo cual quiere significar también que ser cristiano es ser singular, es realizar efectiva o materialmente ese deber ser que implica el mismo, como valor ideal del cristianismo.



3.1.6.-El individuo en el pensamiento y la obra de S. Kierkegaard

Si hubiera que elegir un solo concepto y categoría que definiera y caracterizara el pensamiento –y la obra- de Kierkegaard este sería el de “singularidad”, o “individuo singular” (“den Enkelte”).

Para Kierkegaard el tema del individuo es muy significativo y el más decisivo. Responde a una exigencia demandada por la misma situación social, filosófica y espiritual, que se encontró en su época, y que hacía de la “multitud” la categoría predominante en todos los ámbitos. Hasta tal punto el danés tenía dicha categoría en tal alto valor y tan ligada a su vida, que la tomaba como su categoría y como epitafio en su tumba. Era también consciente de que su posible importancia histórica estaría ligada a dicha categoría.

La categoría de individuo, como cualquier otra, posee una doble dimensión objetivo-subjetiva, un doble significado ontológico y gnoseológico-lingüístico: a) manera de ser real; b) manera de expresar el conocimiento de lo real.
Pues bien, en cuanto «manera de ser real» tal categoría es para Kierkegaard, en general, propia de lo existente; pero más concretamente de la existencia humana, de la persona, del individuo humano (cristiano). Así pues, la Categoría de Singular («den Enkelte») pertenece al ámbito de la existencia religiosa cristiana.
Y por otro lado también la categoría de individuo es una «manera de expresar el conocimiento de lo real». En este sentido nuestro autor se sirve polémicamente de ella contra el Sistema (lo universal), esto es, la filosofía de Hegel, y contra la Cristiandad establecida para subrayar y expresar la relación de cada uno –única- con Dios. Hay que decir que ambos aspectos de dicha categoría son inseparables.

Ahora bien, ser “individuo”, en el sentido de ser “singular”, “persona” o “único”, no es una cuestión innata; en realidad no se nace siendo tal, aunque por el hecho de ser humanos en cierto sentido ya lo seamos. En otras palabras: hay que llegar a ser singulares, que es lo que, por otra parte, real y esencialmente somos. Podemos decir que todos nosotros somos ya individuos, pero no de igual manera, no con la misma intensidad y conciencia. Porque podemos ser un individuo “insignificante” que vive tranquilamente perdido entre la “muchedumbre”, o el “público”; o bien un individuo “eminente”, que sobresale entre todos; o aún mejor, ser individuos en sentido propio, ser individuo “religioso”.

Kierkegaard se sirve de dicha categoría para, por un lado, despabilar a sus conciudadanos, y por el otro abogar y preservar idealmente la existencia del individuo en oposición a lo numérico. Ambos sentidos se presentan unidos de forma dialéctica en la mencionada categoría; es decir, que se coimplican o remiten mutuamente, siendo los dos polos de una misma realidad: la tarea existencial de Kierkegaard como individuo singular que se proyecta en su pensamiento y en su obra. Con otras palabras: la Categoría de Singular posee un doble significado dialéctico; esto es, la de concienciarnos de nuestra existencia individual y, a la vez, proponernos una existencia ideal como individuos.

Ahora bien, tal categoría no puede ser enseñada como pueda serlo cualquier otra materia; no es algo que pueda aprenderse teóricamente, sino una práctica para la cual se requiere una destreza, una habilidad, una disposición y una virtud. Por ello también puede afirmarse que se trata de un “arte” y “una tarea ética”. De este modo la comunicación o transmisión de la categoría de singular sólo puede hacerse existencial y ejemplarmente, con la acción moral y el comportamiento, de aquellas singularidades más capaces o aptas, aunque sea a costa de sus propias vidas (recuérdese Sócrates, Jesucristo y el mismo Kierkegaard).
En este sentido se considera a la ·«Categoría de Singularidad» («Enkelthedens Categori») como determinante para eliminar esas formas de la objetividad que son el “público” o la “multitud”, bajo las cuales se pretende inmolar precisamente los individuos.

Por otro lado nos encontramos con una «ambigüedad dialéctica» del individuo o, como Kierkegaard expresa en “El singular. Dos notas en relación a mi actividad de escritor, la “dialéctica del individuo singular”, donde el individuo singular “puede significar el único y exclusivo, y el `individuo singular´ puede significar cada hombre” (Mi punto de vista, p. 155). Con dicha ambigüedad Kierkegaard no hace sino llamar la atención ya desde los mismos trabajos pseudónimos. De este modo la «Categoría de Singular» está presente en toda su producción literaria: en su obra estética y en la religiosa, pero tratada de distinta forma.

Por consiguiente, la «Categoría de Singular» contiene dos significados para nuestro danés: a) material o de factum; b) eminente o ideal. En el primer caso significa cada ser humano, todo o cualquier hombre; en el segundo significa “moral e idealmente” lo más alto, es decir, aquello que deberíamos ser como individuos. Y nadie está excluido de ser singular en este segundo sentido, es decir, eminentemente; antes bien todos estamos llamados a serlo. A este respecto el singular por “excelencia” sería el Hijo de Dios hecho hombre, al cual el ser humano debería imitar libremente para acercarse a esa extrema, perfecta y divina singularidad que es Jesucristo.

En conclusión, la Categoría de Singular en primer lugar hay que entenderla en relación a : 1) Dios y Jesucristo; 2) por tanto al cristianismo; 3) la crítica a la filosofía hegeliana o al Sistema; y 4) la crítica al “género”, la “raza”, “muchedumbre”, “público”, “sociabilidad”, “prensa”, “cristiandad”, y “política”; es decir, a todo aquello que es despersonalizante.
En segundo lugar, se trata de un concepto: a) cristiano; b) dialéctico; c) irónico; d) moral; e) ideal; y f) análogo.


José García Martín

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