martes, 22 de mayo de 2007

MATERIAL DE APOYO PARA TEMA DE METAFÍSICA (añadir también entrada "Una breve introducción al problema de las relaciones fe-razón")

POR UNA METAFÍSICA HUMANA

1. INTRODUCCIÓN
Una metafísica humana significa tanto una metafísica del hombre como una metafísica para el hombre. Pero del hombre en cuanto hombre, no en tanto simple animal; porque, entre otras cosas, como simple ser vivo no haría metafísica. El hombre, cada uno de nosotros en concreto, somos homo metaphysicus. La metafísica brota como una necesidad de la misma naturaleza humana[i] que busca con afán, nada más y nada menos, que conocer lo real en cuanto real, el sentido último de la realidad, el ser del ente (de todos y cada uno de los entes).
Una metafísica del hombre debe entenderse en el sentido “subjetivo”, esto es, una metafísica que hace (o busca) el hombre. Hay que desechar, sin embargo, una interpretación meramente “objetiva” según la cual aquella trata solo sobre el hombre. En efecto, la metafísica posee un carácter universal desde el punto de vista de su objeto de estudio. Dicha perspectiva es doble: a) material (“materialiter”), en cuanto abarca todos y cada uno de los entes; b) formal (“formaliter”), al considerarlos, eo ipso, como tales. A decir verdad, la metafísica es “materialiter” porque es “formaliter”; es decir, porque estudia el ente en cuanto ente (“objeto formal quod”), lo que es en cuanto es, que es la forma más universal de plantearse un estudio de lo real. Por otro lado, esa formalidad tiene su contrapartida en otra, sin la que sería imposible: la razón humana (“objeto formal quo”). En este sentido, es posible una metafísica humana porque hay también una razón humana y, en definitiva, —como es obvio— porque existe el hombre.
Ahora bien, la mencionada universalidad, y esto debe quedar claro por completo, no excluye además la singularidad sino, al contrario, la presupone. Dicho con otras palabras, la metafísica (que como hemos afirmado no puede ser más que humana, esto es, del hombre y para el hombre), es de lo concreto[ii]. Por ello, conviene aquí precisar que cuando hablamos de la metafísica, no la podemos entender como algo alejado de lo humano, sino más bien al revés. Se debe huir, pues, de esa idea errónea sobre una metafísica abstracta y abstrusa que nada tiene que ver con lo cotidiano y mundanal, no ya sólo con lo humano. No hay mayor prejuicio ni malentendido al respecto que ese. De manera probable, el origen de esa valoración reside en el desprestigio sufrido por la metafísica en estos últimos siglos (en general, la teoría filosófica) a causa del reduccionismo cientista; desprestigio que ha ido acompañado por la desconfianza en la razón humana para conocer la verdad, junto con la falta de fe en lo eterno-trascendental.

2. ¿QUÉ ES LA METAFÍSICA?
La pregunta no es fácil de responder de manera simple. Podríamos dar una definición nominal o etimológica, que no es más que una referencia al origen bibliotecario del término en la ordenación que hizo Andrónico de Rodas de los libros aristotélicos: Τά μετά τά φυσικά (“lo que está más allá de la física”)[iii]. Pero este “estar más allá de la física” se puede entender en un doble sentido: a) como post-physica; b) como trans-physica. Ambos significados parecen estar presentes ya en el mismo Aristóteles, aunque manteniendo una unidad íntima e indisoluble, por cuanto que la sustancia divina formaba parte del universo. En este punto es donde encontramos el problema del objeto de estudio de la metafísica. Como ciencia que indaga sobre «los primeros principios y las primeras causas», la metafísica la denomina Aristóteles filosofía primera; no obstante, y de forma más precisa, la metafísica es filosofía teológica (o teología a secas) si tenemos en cuenta que la sustancia divina es justamente el principio primero y la causa primera; es decir, la sustancia más importante del universo: la sustancia primera entre las primeras.
Pienso que toda la problemática al respecto deriva de la riqueza y complejidad de la filosofía aristotélica en su profundización e investigación sobre la realidad; en ese desarrollo, al estagirita fue descubriendo de manera progresiva todos y cada uno de los aspectos de la misma; si bien ésta tenía un claro significado teleológico y, por ende, jerárquico al presentarse en un continuo desenvolvimiento dinámico hacia su perfección. Con esto, “flexibilizaba” el ámbito del ser de cuño parmenídeo-platónico, rompiendo esa concepción monolítico-dualista, a la vez que daba una solución al problema del “movimiento”. En definitiva, para Aristóteles la metafísica sería una useología categorialmente definida, aunque determinada por la forma como entelequia. Es la forma, al fin (nunca mejor dicho) y al cabo, lo que explica la sustancia; de modo que si el ente se reduce a la sustancia, ésta lo es por la forma: el universo aristotélico es un universo de formas atraídas hacia su perfección y cumplimiento. La razón de ser de la realidad está en ella misma y en esa forma (acto) suprema que es la sustancia divina (primer motor inmóvil).
Se comprueba, pues, una solución de continuidad en la concepción del mundo aristotélico que garantiza su armonía, pero no su existencia. Porque lo contingente no existe por sí mismo. Si el ente es lo que tiene ser, no es el ser y, por tanto, debe recibirlo: el ente participa del ser. Que la forma sea el acto de la sustancia no significa ya que exista; se hace necesario un acto previo que, a la par, actualice la misma forma, y que sólo puede provenir del ser necesario o Dios (ipsum Esse subsistens). Así pues, habría un acto anterior a todos los actos, un acto de todos los actos, que es el acto de ser o ser en acto. Cabe distinguir entre ser y ente, entre el ser de las cosas y el hecho de que existan. A la distinción aristotélica materia-forma y potencia-acto, se añade ahora la de esencia (potentia essendi) y acto de ser (actus essendi o esse ut actus). Esta fue la aportación tomista, completando la filosofía cristiana con lo mejor del pensamiento clásico platónico-aristotélico. De este modo, Tomás de Aquino fijaba la mirada en lo singular y concreto, apuntando al acto de ser de todas y cada una de las realidades que componen nuestro mundo. Su metafísica alcanzó unas cotas difícilmente superables, como de hecho sucedió en la etapa posterior de crisis y decaimiento en la que se perdió ese impulso inicial. Aunque la causística de tal evento fue múltiple, destacaría como principal la exclusión de la fe y la revelación del campo de lo racional, a la par que se los consideró mutuamente contradictorios. Con ello se expulsó todo lo que tuviera que ver con lo espiritual del conocimiento humano; se produjo un tremendo desgarro y herida en la naturaleza humana de la que aún se sangra, dividiendo a fortiriori la unidad misma de la realidad, y separando al hombre de su fundamento. El resultado, desde el punto de vista intelectual y cultural, es que la metafísica se convierte en una especie de tierra de nadie, entre la ciencia y la religión, trocándose a los ojos del hombre moderno y contemporáneo en algo inútil y sin sentido.
3. PANORAMA ACTUAL.
Los intentos de recuperar una auténtica metafísica han sido escasos pero vigorosos. Todos ellos han tenido el mérito de haber intentado “romper” la línea de frente de la modernidad. Son principalmente los planteamientos de: S. A. Kierkegaard y F. W. Nietzsche en el siglo XIX; M. Heidegger, X. Zubiri, y C. Cardona en el siglo XX; y por último, L. Polo y T. Melendo en el presente actual.
De ellos, los casos de Nietzsche y Heidegger representan la crítica a la metafísica y la conciencia del acabamiento respectivamente; es decir, significan la depuración y destrucción de ese erróneo camino que tomó la metafísica tras la crisis de la escolástica medieval y el positivismo moderno.
[i] Las primeras palabras del libro alfa de la Metafísica de Aristóteles así lo corrobora: «Πάντες άνθρωποι του ειδέναι ορέγονται φύσει» («Todos los hombres desean por naturaleza saber», 980ª 1).
[ii] Precisamente, la humana es la más cercana de entre esas singularidades o realidades concretas, sobre todo la nuestra propia, la de cada cual o, de forma más directa y clara: yo mismo. Cfr. MELENDO GRANADOS, T.: Metafísica de lo concreto, Barcelona, Eunsa, 1997. En su obra Introducción a la filosofía (Pamplona, Eunsa, 2001) afirma: «Y lo que realmente es (o existe), de acuerdo con las afirmaciones del viejo Aristóteles, son siempre individuos singulares, con todas las particularidades que los discriminan de los restantes. De ahí que el filósofo cabal y, más aún, el metafísico, haya de tener en cuenta no sólo lo común de un conjunto de realidades, sino también las “singularidades” de cada una de ellas: pues éstas, las diferencias, también son, y la metafísica estudia la realidad en cuanto es y tal como es».
[iii] La traducción exacta sería: «los libros que están después de los de física». Sin embargo, parece demasiado ingenuo pensar que la denominación empleada se deba solo a dicha catalogación realizada por Andrónico; si se tiene en cuenta, en general, el contenido o la temática de dichos libros, puede comprobarse lo adecuado también de la denominación.

VOCABULARIO
(por orden de aparición y con los significados que tienen en el texto)

-“ser”: concepto muy complejo y difícil de entender; en general, significa lo permanente, lo inmutable, lo eterno, lo que siempre es; aquí se puede comprender como aquello que se constituye como principio de la realidad; aquello que hace que lo real tenga realidad; aquello por lo que lo real es real.
-“ente”: en general, lo que está siendo o es real; lo que tiene ser o realidad; cualquier cosa en cuanto es.
-“abstrusa”: de difícil comprensión o incomprensible.
- “reduccionismo cientista”: considerar como único conocimiento válido el de la ciencia; pensar que la ciencia es el único tipo de saber; defender que la demostración científica es la única válida, de tal modo que aquello que no se pueda demostrar científicamente no existe o no tiene ningún valor.
-“teología”: estudio de la sustancia divina.
-“sustancia”: concepto aristotélico muy complejo; aquí significa aquello capaz de subsistir por sí mismo de manera independiente; la realidad individual; aquello que es sujeto de accidentes o predicados.
-“teleológico”: de “teleología”: doctrina de las causas finales; la filosofía aristotélica tiene un significado teleológico porque gira en torno a los fines, alrededor del concepto de “fin” como el más determinante en su pensamiento.
-“dualista”: doctrina según la cual la realidad es doble, o bien todas las cosas se explican por (o reducen a) un doble principio.
-“useología”: estudio de la sustancia.
-“categorialmente”: según las categorías aristotélicas (lugar, tiempo, etc.), esto es, según todas esas determinaciones que posee la sustancia aristotélica.
-“entelequia”: concepto aristotélico que equivale al acto final o perfecto de la sustancia; la forma plenamente identificada con el acto como cumplimiento de un proceso cuyo fin está en sí mismo; actualidad o perfección resultante de una actualización.
-“forma”: concepto aristotélico equivalente a “acto”; significa también la esencia o estructura de algo (de la materia en las sustancias sensibles); coprincipio de la sustancia sensible junto con la materia.
-“acto”: concepto aristotélico para explicar el problema del cambio o movimiento que equivale al cumplimiento del mismo (fin o forma final), o bien lo que es de hecho sin serlo por entero.
-“contingente”: que puede suceder o no suceder; lo no necesario; lo temporal; lo que tiene comienzo y fin; lo creado.
-“potencia”: concepto aristotélico para explicar el problema del cambio o movimiento que equivale al no-ser relativo; lo que no es todavía; lo que está en vías de estar en acto (acto o forma final); lo que no está en acto.
-“positivismo”: en general, la postura de atenerse a lo dado a los sentidos, a la experiencia o los hechos (lo observable); se refiere al camino que tomó la metafísica tras la aparición de la ciencia moderna y de cómo ésta se convirtió en un modelo a copiar para la misma; dicha vía termina con Kant cuando concluye que la metafísica es imposible como ciencia; posteriormente, se desarrollaron los idealismos (Fichte, Schelling y Hegel) que provocaron una reacción antimetafísica.
JOSÉ GARCÍA MARTÍN

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