martes, 8 de mayo de 2007

UNA BREVE INTRODUCCIÓN AL PROBLEMA DE LAS RELACIONES FE-RAZÓN

UNA BREVE INTRODUCCIÓN AL PROBLEMA DE LAS
RELACIONES FE-RAZÓN




El tema que aquí nos ocupa es ya clásico y antiguo, pero no por ello menos interesante y actual. Como sabemos, tal problema ha dado lugar a distintas soluciones o planteamientos desde los comienzos de la era cristiana. Sobre todo en el pensamiento medieval desde Agustín de Hipona a Guillermo de Okham, en el que es el problema básico. Pero ¿significa ello que se limita a tal época?; es decir, ¿el problema de las relaciones fe-razón es solamente característico de la Edad Media?; ¿por qué?; ¿no es, quizá, aquel tema que transide la historia de la filosofía misma como algo latente y característico suyo desde sus orígenes, pero manifestándose de diferentes maneras?

Pensamos que nunca ha dejado de ser relevante, y que si ha habido épocas donde no ha sido así es porque se nos oculta bajo otros aspectos que se han puesto en primer plano. Vayamos pues a buscar la verdad, a desvelar lo que siempre ha estado presente. He aquí algunas notas.

Ya en el mismo origen de la filosofía se encuentra tal problema. O mejor dicho, fue lo que de alguna manera posibilitó la filosofía misma. Siguiendo a Ortega y Gasset, podemos decir que al entrar en crisis el sistema de creencias de los griegos pudo surgir el pensamiento racional. Ahora bien, la filosofía derivó de la mitología precisamente -y a pesar de ello- porque ésta ya contenía ciertos elementos racionales o racionalidad implícita[i]. En el momento en que estas creencias míticas -más concretamente la creencia mítica en las Moiras o diosas del destino- entraron en crisis es cuando ya, desnuda de toda forma mítica, pudieron aparecer las explicaciones racionales manifiesta y explícitamente. Sin embargo, ¿de este modo no se presenta la filosofía misma como un sistema de creencias, aunque más racional que el mito?; ¿no se convirtió finalmente la filosofía griega (al menos parcialmente) en el sustituto de su religión?

Toda la etapa presocrática se caracteriza por cómo la filosofía, a la vez que la imita, intenta desprenderse de la mitología. El pensamiento de Parménides será fiel reflejo de ello. Basta fijarse en al forma y expresión de su famoso poema: escribe en verso, relata cómo es elevado hasta los cielos donde la diosa le cuenta la "verdad"...[ii]

Con Sócrates y Platón está clara la vinculación y la inclinación de la razón y la filosofía al sentido de una praxis con vocación religiosa-trascendente. El bien y la virtud son lo que interesa y lo que se intenta conseguir, pero desde unos planteamientos racionales que en último término se instrumentalizan y mediatizan por la defensa de una creencia o un sentido trascendente de la existencia humana. Por esto no es de extrañar que Platón, según el símil de la línea del Libro VI de la República, entienda que la "πιστις" o fe verse sobre el mundo sensible de los seres físicos, precisamente aquellos más "palpables" pero menos reales. Nosotros no podemos conocer verdaderamente las cosas por ellas mismas, ya que son "copias" o "imágenes" de las ideas; solamente podemos creernoslas porque no nos ofrecen una total garantía y fidelidad. En cambio, son las ideas y los entes matemáticos, que "no se ven" (con los ojos), los que nos proporcionan el auténtico conocimiento. Curiosamente, hoy se pretende conocer mucho mejor ese mundo sensible y creer -o no- en el "otro".
En Aristóteles parece disolverse y resolverse el problema del dualismo platónico y su acentuación ética. Es verdad que es más "empirista", más "teórico" y "sistemático"; pero culmina en la Teología o estudio de la sustancia divina e inmóvil como la más excelente del universo. Aparece insinuado el problema de la diferencia entre metafísica como "post-physica" y "trans-physica", o metafísica "naturalis" y "transnaturalis". Inmanentiza el mundo inteligible pero trascendentaliza el sensible. En definitiva, el conocimiento científico del mundo está asegurado, pero los contenidos creenciales no están borrados; sigue existiendo la creencia, aunque sea racional, la más racional hasta ahora.

Lo que va a ocurrir posteriormente también lo sabemos todos. La consideración ética y religiosa se irá destacando hasta llegar al neoplatonismo. No nos vamos a detener más en ello. Pero recordemos que es precisamente en esta etapa cuando surgirá el cristianismo ganando el pulso al pensamiento pagano, ya viciado y estéril. Creo que la Providencia -como es normal y lógico- no podía haber elegido mejor momento: la misma situación parecía demandar el cristianismo y su victoria.

Con el cristianismo es cuando pasa a un primer plano las relaciones fe-razón. Anteriormente lo hemos visto como algo original y elemental, pero ahora es el marco general sin el cual no se entiende la filosofía cristiana. ¿Qué es lo que ha pasado?; ¿por qué ahora las relaciones fe-razón son un problema?; ¿por qué antes no se ha dado? No se ha dado antes como problema pero sí ha existido tal tema. Yo creo que en la filosofía griega la fe no era algo exterior a la misma razón, sino que formaba parte de ella: la filosofía se presentaba como una creencia racional, hasta tal punto que se convirtió en una religión, o algo muy parecido.
La religión cristiana cambia esta situación. En primer lugar -coincidiendo con Kierkegaard-, el cristianismo no es una doctrina, sino una praxis, un modo de existir, de obrar. Lo que ocurrió es que para defenderse de los ataques de los pensadores paganos por un lado, y para convencer racionalmente a las personas cultas de esa época por el otro, el cristianismo se hizo doctrina filosófica[iii]. Sin embargo lo importante no fue esto. Lo importante estuvo en que la verdad cristiana se presentaba como la única, en que ciertos aspectos no encajaban con la razón filosófica, en que los contenidos o verdades de fe tuvieron como fuente no la razón, sino Dios. ¿Cómo compaginar, pues, fe-razón, filosofía-religión? O con otras palabras, ¿cómo se puede ser filósofo y cristiano?[iv]

Evidentemente puede haber, y hubo, varias maneras de contestar tales cuestiones. La más coherente e ideal fue la de Agustín de Hipona, que identificó filosofía y religión[v]. La postura extrema a esta era la de Guillermo de Okham, que las separó totalmente; mientras que la postura intermedia de Tomás de Aquino estuvo en distinguirlas pero con ámbitos comunes. En S. Agustín el problema de las relaciones fe-razón fue el problema de su existencia, el problema de Agustín mismo. En cambio, en Sto. Tomás fue el problema de las relaciones entre las ciencias Filosofía-Teología. Por último, en Okham se trataba -a mi parecer- del problema de las relaciones Estado-Iglesia. Otra postura más moderna fue la de Espinosa, que defendió también la separación, aunque no la oposición, de fe-razón o religión-filosofía. Tal separación para Espinosa se basa en los distintos fundamentos y fines de ambos, y en último término se debe a su preocupación político-religiosa por la salud del Estado[vi].

Ahora bien, no debemos pensar que este tema es una cuestión meramente académica o filosófica. Al contrario, podemos encontrarla en nuestra vida diaria, en nuestro mundo más cercano. ¿Cuántas veces, si no, damos fe de algo? ; o ¿cuántas veces damos crédito a lo que nos han dicho, vemos o conocemos?; ¿no son en último término los conocimientos científicos una cuestión sobre la que debemos prestar nuestro asentimiento, aunque puedan ser ínter subjetivos?; aún más ¿depende la fe (sea la que sea) de los hechos mismos, o no es más bien una cuestión personal y subjetiva que para nada influye la constatación puramente objetiva de los mismos, sino que quizá debemos pasar por encima de ellos, ir más allá o apostar por lo absurdo e irracional -pero no arracional? Pienso que queramos o no, seamos religiosos o no, la fe juega un papel muy importante en nuestras vidas. Tanto que me atrevería a afirmar que sin fe la vida misma no vale nada; porque, ¿cómo existir sin fe en uno mismo y en lo que hace? Creemos en cosas, en la gente, más de lo que pensamos. Sin embargo, no siempre somos conscientes de ello.

Normalmente y de forma errónea identificamos la verdad con la demostración científica, cuando -si somos rigurosos- la razón[vii] científica es bastante estrecha e insatisfactoria. Así, se pretende fundamentar objetivamente esa certeza y seguridad en nuestros conocimientos; pero dichos estados son subjetivos y como tales depende por entero del individuo, y del significado que tengan en su existencia. Al final lo que parece realmente importante es mi convicción propia respecto a lo que sea la verdad, porque será esto lo que determine mi existencia como individuo. Por tanto, la fe es una opción y una necesidad personal que poco tiene que ver con lo estrictamente racional, lo cual no quiere decir que no sea una cosa razonable. Quiero decir que debemos diferenciar entre lo racional como aquello que se sustenta en la razón humana y sus valores, y lo arracional, que es aquello que está completamente fuera de lo racional. Yo entiendo la fe como algo irracional, pero no como algo que no sea razonable o que no tenga nada que ver con la razón humana y sus valores. En este sentido, quizás convenga abrirse a otras dimensiones no racionales en el hombre, aunque no por ello menos humanas. Ahora bien, para ello se requiere una mirada más profunda sobre la realidad, una visión más lejana y dar ese salto (como proponía Kierkegaard) hacia la fe. Lo malo de todo esto es ese vértigo que produce ver el vacío abismal (la angustia, la nada, la desesperación) ante nuestros pies, y no tener completamente la seguridad de que lleguemos a alguna parte: tener fe es poder caminar sobre las aguas de nuestro destino y no hundirnos. La razón no es sino esa barca en la que pretendemos sentirnos seguros, desconociendo el viento que sopla en las velas y la inmensidad del océano.




Málaga a 21 de noviembre del 2000


Fdo.: JOSÉ GARCÍA MARTÍN

[i] Cfr. el artículo de José Mª HERRERA PÉREZ: "El tránsito de la sabiduría mito-poética al saber racional" en Philosophica Malacitana, nº 1, 1988, pp. 43-56.
[ii] Cfr. JAEGER, W.: La teología de los primeros filósofos griegos. México, F.C.E., 1982. C. VI págs. 93-110.
[iii] Cfr. JAEGER, W.: Cristianismo primitivo y paideia griega. Traducción de E. Cecilia Frost. México, F.C.E., 1980. Págs. 9-25.
[iv] Evidentemente el ser filósofo y la concepción de la filosofía tendrían que variar, como de hecho ocurrió. En el sentido griego ya no se podría ser filósofo, puesto que la verdad está dada; no se trata de "descubrir" o alcanzar la verdad, sino de "testificar". Por tanto la filosofía no consistía en búsqueda de la verdad sino contemplación de la verdad hallada.
[v] Cfr. GARCÍA-JUNCEDA, J. A.: La cultura cristiana y S. Agustín. Madrid, Cincel, 1986. Págs. 103-118.
[vi] Cfr. SPINOZA, B.: Tratado teológico-político. Traducción, introducción, notas e índices de Atilano Domínguez. Madrid, Alianza Editorial, 1986.
[vii] Evidentemente en las relaciones fe-razón habrá que tener en cuenta los distintos modelos o concepciones sobre la razón.

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