jueves, 10 de mayo de 2007

TEXTOS FILOSOFÍA 1º BACHILLERATO


TEXTOS TEMA 1º: Introducción a la filosofía


1.-«Tras quedar admirado León del talento y elocuencia de Pitágoras, le preguntó en qué arte confiaba más, a lo que éste replicó que no conocía arte alguno, sino que era filósofo. Asombrado León por la novedad de la denominación, le preguntó quiénes eran filósofos y en qué se diferenciaban de los demás. Pitágoras le respondió que la vida de los hombres se parece a un gran festival celebrado con los mejores juegos de toda Grecia, para el cual algunos ejercitaban sus cuerpos para aspirar a la gloria y a la distinción de una corona, y otros eran atraídos por el provecho y lucro en comprar o vender, mientras otros, que eran de una cierta estirpe y del mejor talento, no buscaban el aplauso ni el lucro, sino que acudían para ver y observar cuidadosamente qué se hacía y de qué modo.(...). Y éstos se llamaron amantes de la sabiduría, o sea filósofos, y así como los más nobles van ( a los juegos) a mirar sin adquirir nada para sí, así en la vida la contemplación y conocimiento de las cosas con empeño sobrepasa en mucho todo lo demás» (CICERÓN, M. T.: Tusculanae quaestiones).

2.-«Cuando nació Afrodita, celebraban un banquete los dioses y con los demás se encontraba también Poros (Recurso), el hijo de Metis (Prudencia). Cuando terminaron de cenar, llegó Penia (Pobreza), dispuesta a mendigar -puesto que había un festín-, y estaba a la puerta. Poros, borracho de néctar -pues todavía no existía el vino-, penetró en el jardín de Zeus y, entorpecido como estaba, se durmió. Así que Penia tramó, a causa de su falta de recursos, hacerse un hijo de Poros; se acostó con él y concibió a Eros (...).
Como hijo de Poros y Penia, le ha correspondido esta manera de ser: en primer lugar, siempre es pobre y dista mucho de ser delicado y bello, como lo cree la mayoría, sino que es duro, seco, descalzo, y sin hogar, duerme siempre en el suelo y destapado, se acuesta al aire libre ante las puertas y en los caminos y es siempre, al tener la naturaleza de su madre, compañero de la indigencia. Pero según es su padre, está siempre al acecho de lo bello y lo bueno (...).
(Eros) se encuentra en un punto intermedio entre la sabiduría y la ignorancia. Esto es así: ninguno de los dioses filosofa ni desea hacerse sabio -pues ya lo es-, ni ningún otro sabio filosofa. Y, por su parte, los ignorantes tampoco filosofan ni desean hacerse sabios. (...).
-¿Y quiénes son -dije yo- los que filosofan, si no lo hacen los sabios ni los ignorantes?
-Esto es evidente -respondió (Diotima)- hasta para un niño: los que se encuentran en un punto intermedio entre estos dos, como lo está también Eros. En efecto, la sabiduría es una de las cosas más bellas; y Eros, es eros con relación a lo bello, de forma que es necesario que Eros sea filósofo, y, siendo filósofo, que esté en un punto intermedio entre el sabio y el ignorante» (PLATÓN: El Banquete).

3.-«De todas estas consideraciones resulta la definición de la misma ciencia a la que se aplica el nombre de filosofía. Esta debe ser, en efecto, la ciencia teórica de los primeros principios y de las primeras causas (...). En realidad fue la admiración lo que movió, como lo es hoy a los primeros pensadores en sus indagaciones filosóficas. Al principio, les llamaron la atención las dificultades más aparentes, después, avanzando despacio, buscaron la solución de los problemas más importantes, tales como los fenómenos de la Luna, del Sol y de las estrellas; en suma, la génesis del Universo. Darse cuenta de una dificultad y admirarse, es reconocer la propia ignorancia ( y esto explica el porqué amar a los mitos es, en cierta manera, una forma de ser filósofo, pues el mito está formado de lo maravillosos). Por consiguiente, si fue para huir de la ignorancia que los primeros filósofos se dedicaron a la filosofía, es lógico que persiguieran la ciencia en su afán de saber, y no por un fin utilitario. La prueba la tenemos en lo que ocurrió en realidad: casi todas las artes que se aplican a las necesidades, y todas las que se ocupan del bienestar y el goce de la vida, eran ya conocidas cuando se empezó a buscar una disciplina de este género. Es, pues, evidente que en la filosofía no nos mueve interés extraño. Pero de la misma forma que llamamos hombre libre al que lleva en sí mismo su fin y no el fin de otros, así esta ciencia es también la única que es libre entre todas las ciencias, pues sólo ella tiene su propio fin». (ARISTÓTELES: Metafísica)

4.-«La Filosofía responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria y total del mundo y de la vida, y como consecuencia de esa concepción, un sentimiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción. Pero resulta que ese sentimiento, en vez de ser consecuencia de aquella concepción, es causa de ella. Nuestra Filosofía, esto es, nuestro modo de comprender o de no comprender el mundo y la vida, brota de nuestro sentimiento respecto a la vida misma. Y ésta, como todo lo afectivo, tiene raíces subconscientes, inconscientes tal vez». (UNAMUNO, M. DE: Del sentimiento trágico de la vida).

5-«¿Qué es lo más importante en la vida? Si preguntamos a una persona que se encuentra en el límite del hambre, la respuesta será comida. Si dirigimos la misma pregunta a alguien que tiene frío, la respuesta será calor. Y si preguntamos a una persona que se siente sola, la respuesta seguramente será estar con otras personas.
Pero con todas estas necesidades cubiertas, ¿hay todavía algo que todo el mundo necesite? Los filósofos opinan que sí. Opinan que el ser humano no vive sólo de pan. Es evidente que todo el mundo necesita comer. Todo el mundo necesita también amor y cuidados. Pero aún hay algo más que todo el mundo necesita. Necesitamos encontrar una respuesta a quién somos y por qué vivimos.
Interesarse por el porqué vivimos no es, por lo tanto, un interés tan fortuito o tan causal como, por ejemplo, coleccionar sellos. Quien se interesa por cuestiones de este tipo está preocupado por algo que ha interesado a los seres humanos desde que viven en este planeta. El cómo ha nacido el universo, el planeta y la vida aquí, son preguntas más grandes y más importantes que quién ganó más medallas de oro en los últimos juegos olímpicos de invierno». (GAARDER, J.: El mundo de Sofía).

6.-«Uno de los viejos filósofos griegos que vivió hace más de dos mil años pensaba que la filosofía surgió debido al asombro de los seres humanos. Al ser humano le parece tan extraño existir que las preguntas filosóficas surgen por sí solas, opinaba él.
Es como cuando contemplamos juegos de magia: no entendemos cómo puede haber ocurrido lo que hemos visto. Y entonces nos preguntamos justamente eso: ¿cómo ha podido convertir el prestidigitador un par de pañuelos de seda blanca en un conejo vivo?
A muchos personas, el mundo les resulta tan inconcebible como cuando el prestidigitador saca una conejo de ese sombrero de copa que hace un momento estaba completamente vacío» (Idem).

7.-«Puntualizo: aunque las cuestiones filosóficas conciernen a todo el mundo, no todo el mundo se convierte en filósofo. Por diversas razones, la mayoría se aferra tanto a lo cotidiano que el propio asombro por la vida queda relegado a un segundo plano. (Se adentran en la piel del conejo, se acomodan y se quedan allí para el resto de su vida.)
Para los niños, el mundo -y todo lo que hay en él- es algo nuevo, algo que provoca su asombro. No es así para todos los adultos. La mayor parte de los adultos ve el mundo como algo muy normal.
Precisamente en este punto los filósofos constituyen una honrosa excepción. Un filósofo jamás ha sabido habituarse del todo al mundo. Para él o ella, el mundo sigue siendo algo desmesurado, incluso algo enigmático y misterioso. Por lo tanto, los filósofos y los niños pequeños tienen en común esa importante capacidad. Se podría decir que un filósofo sigue siendo tan susceptible como un niño pequeño durante toda la vida» (Idem).

8.-«Por filosofía entendemos una manera de pensar totalmente nueva que surgió en Grecia alrededor del año 600 antes de Cristo. Hasta entonces, habían sido las distintas religiones las que habían dado a la gente las respuestas a todas esas preguntas que se hacían. Estas explicaciones religiosas se transmitieron de generación en generación a través de los mitos. Un mito es un relato sobre dioses, un relato que pretende explicar el principio de la vida.
Por todo el mundo ha surgido, en el transcurso de los milenios, una enorme flora de explicaciones míticas a las cuestiones filosóficas. Los filósofos griegos intentaron enseñar a los seres humanos que no debían fiarse de tales explicaciones» (Idem).

9.-«Si se pregunta a un matemático, un mineralogista, un historiador, o cualquier hombre de ciencia, qué cuerpo definido de verdades ha logrado la ciencia que profesa, su respuesta durará tanto tiempo como uno esté a escucharle. Pero, si se le plantea la misma pregunta a un filósofo, si es sincero, tendrá que confesar que su disciplina no ha alcanzado resultados positivos como los logrados por otras ciencias. Es cierto que esto se explica, en parte, por el hecho de que, tan pronto como un conocimiento definido respecto a cualquier disciplina se hace posible, esta disciplina deja de ser llamada filosofía y se convierte en una ciencia separada. Todo el estudio del firmamento, que ahora pertenece a la astronomía, estuvo incluido en otros tiempos en la filosofía; la gran obra de Newton se denominó Principios matemáticos de la filosofía natural. De manera similar, el estudio de la mente humana, que fue una parte de la filosofía, ha sido ahora separado de la filosofía y se ha convertido en la ciencia de la psicología. Así, en gran medida, la incertidumbre de la filosofía es más aparente que real: aquellas cuestiones que ya son susceptibles de recibir respuestas definidas quedan colocadas en el seno de las ciencias, mientras aquellas otras a las cuales no puede darse todavía una respuesta definida, quedan para formar el residuo que se llama filosofía.
Sin embargo, esto es solamente parte de la verdad con respecto a la incertidumbre de la filosofía. Hay muchas cuestiones –y entre ellas aquellas que son del más profundo interés para nuestra vida espiritual- que, en lo que nosotros alcanzamos a ver, permanecerán insolubles para el intelecto humano, a menos que sus facultades se transformen en un orden completamente distinto del que actualmente poseen. ¿Tiene el universo alguna unidad de plan o de propósito, o es un fortuito concurso de átomos? ¿Es la conciencia parte permanente del universo, alentando la esperanza de un desarrollo indefinido de la sabiduría, o es un accidente transitorio en un pequeño planeta en el cual terminará por hacerse imposible la vida? El bien y el mal ¿tienen importancia para el universo o solamente para el hombre? Tales preguntas las formula la filosofía, y son contestadas diversamente por diversos filósofos. Pudiera parecer, sin embargo, que, tanto si es posible descubrir de otro modo las respuestas como si no, ninguna de las respuestas ofrecidas por la filosofía es demostrablemente verdadera. No obstante, por insignificante que pueda ser la esperanza de descubrir una respuesta constituye parte de la misión de la filosofía proseguir la consideración de tales cuestiones, darnos conciencia de su importancia, examinar todos los medios de abordarlas y mantener vivo ese interés especulativo por el universo susceptible de ser aniquilado si nos confinamos en un conocimiento definidamente averiguable» ( RUSSELL, B.: Los problemas de la filosofía).

10.-«Lo primero que ocurriría decir fuera definir la filosofía como conocimiento del Universo. Pero esta definición, sin ser errónea, puede dejarnos escapar precisamente todo lo que hay de específico, el peculiar dramatismo y el tono de heroicidad intelectual en que la filosofía y sólo la filosofía vive. Parece, en efecto, esa definición un contrapposto a la que podíamos dar de la física, diciendo que es conocimiento de la materia. Pero es el caso que el filósofo no se coloca ante su objeto –el Universo- como el físico ante el suyo, que es la materia. El físico comienza por definir el perfil de esta y sólo después comienza su labor e intenta conocer su estructura íntima. Lo mismo el matemático define el número y la extensión; es decir, que todas las ciencias particulares empiezan por acotar un trozo del Universo, por limitar su problema, que al ser limitado deja en parte de ser problema. Dicho de otra forma: el físico y el matemático conocen de antemano la extensión y atributos esenciales de su objeto; por tanto, comienzan no con un problema, sino con algo que dan o toman por sabido. Pero el universo en cuya pesquisa parte audaz el filósofo como un argonauta, no se sabe lo que es. Universo es el vocablo enorme y monolítico que como una vasta y vaga gesticulación oculta más bien que enuncia este concepto riguroso: todo cuanto hay. Eso es, por lo pronto, el Universo. Eso, nótenlo bien, nada más que eso, porque cuando pensamos el concepto «todo cuanto hay» no sabemos qué sea eso que hay; lo único que pensamos es un concepto negativo, a saber: la negación de lo que sólo sea parte, trozo, fragmento. El filósofo, pues, a diferencia de todo otro científico, se embarca para lo desconocido como tal. Lo más o menos conocido es partícula, porción, esquirla de Universo. El filósofo se sitúa ante su objeto en actitud distinta de todo otro conocedor; el filósofo ignora cuál es su objeto y de él sabe sólo: primero, que no es ninguno de los demás objetos; segundo, que es un objeto integral, que es el auténtico todo, el que no deja nada fuera y, por lo mismo, el único que se basta. Pero precisamente ninguno de los objetos conocidos o sospechados posee esta condición. Por tanto, el Universo es lo que radicalmente no sabemos, lo que absolutamente ignoramos en su contenido positivo» (OTEGA Y GASSET, J.: ¿Qué es filosofía?).

TEXTOS TEMA 2. El enigma del ser humano


1.-«Si se pregunta a un europeo culto lo que piensa al oír la palabra hombre, seguramente empezarán a rivalizar en su cabeza tres círculos de ideas totalmente inconciliables entre sí. Primero, el círculo de ideas de la tradición judeo-cristiana: Adán y Eva, la creación, el paraíso, la caída. Segundo, el círculo de ideas de la antigüedad clásica: el hombre es hombre porque posee la razón o logos, donde logos significa tanto la palabra como la facultad de apresar lo que son las cosas. El tercer círculo de ideas es el círculo de las ideas forjadas por la ciencia moderna de la naturaleza y la psicología genética, y que se han hecho tradicionales también hace mucho tiempo; según estas ideas, el hombre sería un producto final y tardío de la evolución del planeta Tierra, un ser que sólo se distinguiría de sus precursores en el reino animal por el grado de complicación con que se combinarían en él energía y facultades que en sí ya existen en la naturaleza infrahumana» (SCHELER, M.: El puesto del hombre en el Cosmos).


2.-«El hombre no puede escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de este universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana. (...). El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a cara. (...). En lugar de tratar con las cosas mismas en cierto sentido, conversa constantemente consigo mismo. (...).
(...). La razón es un término verdaderamente inadecuado para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su riqueza y diversidad, pero todas estas formas son formas simbólicas. Por lo tanto, en lugar de definir al hombre como un animal racional lo definiremos como un animal como un animal simbólico. De este modo podemos designar su diferencia específica y podemos comprender el nuevo camino abierto al hombre: el camino de la civilización» (CASSIRER, E.: Antropología filosófica).


3. «El hombre es lo que le ha pasado, lo que ha hecho. Pudieron pasarle, pudo hacer otras cosas, pero he aquí que lo que efectivamente le ha pasado y ha hecho constituye una inexorable trayectoria de experiencias que lleva a su espalda, como el vagabundo el hatillo de su haber. Ese peregrino del ser, ese sustancial emigrante, es el hombre. Por eso carece de sentido poner límites a lo que el hombre es capaz de ser. En esa ilimitación principal de sus posibilidades, propia de quien no tiene naturaleza, sólo hay una línea fija, preestablecida y dada, que pueda orientarnos, sólo hay un límite: el pasado. Las experiencias de vida hechas estrechan el futuro del hombre. (...)
En suma, que el hombre no tiene naturaleza, sino que tiene...historia. O, lo que es igual: lo que la naturaleza es a las cosas, es la historia...al hombre» (ORTEGA Y GASSET, J.: “Revista de occidente”).


4. «En cambio, precisamente por ser un animal hiperformalizado, por ser una sustantividad “hiper-animal”, el hombre echa mano de una función completamente distinta de la función de sentir: hacerse cargo de la situación estimulante como una situación y una estimulación “reales”. La estimulación ya no se agota entonces en su mera afección al organismo, sino que independientemente de ella, posee una estructura : es realidad. Y la capacidad de habérselas con las cosas como realidades es, a mi modo de ver, lo que formalmente constituye la inteligencia. Es la habitud radical y específica del hombre» (ZUBIRI, X.: “El hombre, realidad personal”. Revista de occidente.)


5. «La raza humana difiere de la raza animal no simplemente por la general superioridad como raza, sino por la característica humana de que todo individuo de la raza (no sólo los individuos distinguidos, sino todos los individuos) es más que la raza. Esto se deduce de la relación entre el individuo y Dios» (KIERKEGAARD, S.: Mi punto de vista).


6. «En el reino de lo infrahumano, en efecto, cada individuo no es más que un momento pasajero del persistir de su especie y, más allá todavía, un resultado efímero del disponerse de la materia: una fracción dentro del todo. (...) No sólo la especie “vale más” que el individuo, sino que éste obtiene toda su valía por derivación de la totalidad en que se integra.(...)
La cuestión podría comentarse así: por su débil consistencia ontológica y operativa, los animales, las plantas, las realidades inertes, no tienen ni “derecho” ni aptitud para destacar su individualidad, recortándola sobre el horizonte del cosmos y de la peculiaridad de la familia biológica a la que pertenecen; son propiamente, como ya se insinuaba, parte de su especie: fragmento. El hombre, por el contrario, se despega hasta tal punto de la suya propia, como algo dotado de valor por sí mismo, que en rigor, casi podría afirmarse que no existe especie humana.
O, mejor, que entre los hombres la especie reviste un significado totalmente distinto –casi opuesto- al que posee en el orbe infrapersonal; (....)
La especie humana consta exclusivamente de excepciones» (MELENDO GRANADOS, T./MILLÁN-PUELLES, L-: Dignidad: ¿una palabra vacía?).


7.«El Supremo Artesano (...) hizo del hombre la hechura de una forma indefinida, y, colocado en el centro del mundo, le habló de esta manera: “No te dimos ningún puesto fijo, ni una faz propia, ni un oficio peculiar, ¡oh Adán!, para que el puesto, la imagen y los empleos que desees para ti, esos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección. Para los demás, una naturaleza contraída dentro de ciertas leyes que le hemos prescrito. Tú, no sometido a cauces algunos angostos, te la definirás según tu arbitrio al que te entregué. Te coloqué en el centro del mundo, para que volvieras más cómodamente la vista a tu alrededor y miraras todo lo que hay en ese mundo. Ni celeste ni terrestre te hicimos, ni mortal ni inmortal, para que tú mismo, como modelador y escultor de ti mismo, más a tu gusto y honra, te forjes la forma que prefieras de ti. Podrás degenerar a lo inferior, con los brutos; podrás realzarte a la par de las cosas divinas, por tu misma decisión. (...) Lo que cada cual cultivare, aquello florecerá y dará su fruto dentro de él. Si lo vegetal, se hará planta; si lo sensual, se embrutecerá; si lo racional, se convertirá en un viviente celestial; si lo intelectual, en un ángel y en un hijo de Dios”» (PICO DE LA MIRÁNDOLA, J.: De la dignidad del hombre).


8. «Algo, sin remedio, tenemos que hacer o que estar haciendo siempre, pues esa vida que nos es dada, no nos es dada hecha, sino que cada uno de nosotros tiene que hacérsela, cada cual la suya. Esa vida que nos es dada, nos es dada vacía y el hombre tiene que írsela llenando, ocupándola. Son estas nuestras ocupaciones. Esto no acontece con la piedra, la planta, el animal. A ellos les es dado su ser ya prefijado y resuelto» (ORTEGA Y GASSET, J.: El hombre y la gente).


9. «El materialismo emergentista sostiene que el sistema nervioso central no es una entidad física, ni en particular, una máquina, sino que es un biosistema; es decir, una cosa compleja dotada con propiedades y leyes particulares de los seres vivos, algunas de ellas muy peculiares. (...). La emergencia que el materialismo emergentista sostiene que se da en lo mental es doble: las propiedades mentales de un sistema nervioso central no las poseen sus componentes celulares sino que son propiedades sistemáticas que, además, no son resultantes; estas propiedades han aparecido en algún momento del tiempo a lo largo de un prolongado proceso evolutivo biológico (...) La física y la química son necesarias para explicar el sistema nervioso central, pero son insuficientes» (BUNGE, M.: El problema mente-cerebro).


10. «Mientras tengamos cuerpo, y nuestra alma se halle entremezclada con semejante mal, no poseeremos suficientemente aquello que deseamos, es decir, la verdad. El cuerpo, en efecto, nos acarrea incontables distracciones debido a la necesidad de sustento, y, por si fuera poco, lo atacan enfermedades que nos impiden el conocimiento de lo real. Nos llena de amores, deseos, temores, toda clase de imágenes y tonterías; de tal modo que en lo que de él depende jamás sería posible ser sabios. También las guerras, discordias y batallas las acarrean el cuerpo y sus deseos...¿Y no es la muerte una liberación del alma con respecto al cuerpo? Por eso los que filosofan de verdad se preparan para el morir» (PLATÓN: Fedón).


11. «El alma es causa y principio del cuerpo viviente. Éste se puede entender de muchas maneras. Pero el alma es causa justamente con los tres modos que hemos definido; indica aquello de donde procede el movimiento; y aquello por cuya causa se efectúa; y finalmente, el alma es causa por cuanto es la esencia de los cuerpos animados. Que sea la esencia es evidente; porque la esencia es en todas las cosas la causa de su existencia, y la causa y el principio de esta vida es el alma» (ARISTÓTELES: De anima).


12. «Puesto que tengo una idea clara y distinta de mí mismo en tanto que solamente soy una cosa que piensa y carece de extensión, y puesto que, por otra parte, tengo una idea distinta del cuerpo en tanto que es una cosa extensa que no piensa, es cierto que yo, es decir, mi alma, por la cual yo sé que soy, es entera y verdaderamente distinta de mi cuerpo y que puede ser y existir sin él» (DESCARTES: Meditaciones metafísicas).


13. «En todas las actividades del cuerpo interviene de uno u otro modo el cerebro; y en tal intervención pueden ser distinguidas dos formas: la correspondiente a las acciones que implican el ejercicio de una zona del cerebro funcionalmente localizada, y la relativa a los actos que por su naturaleza son ajenos a cualquier localización morfológico-funcional.
La acción de ver y la de oír, el movimiento en el espacio, la somatoestesia y el habla, son acciones regidas por partes del cerebro experimental y clínicamente localizables; el pensamiento, la autoconciencia, el ejercicio de la libertad y la creación intelectual y artística, en cambio, de ningún modo pueden ser referidas a un centro o a un área bien delimitados». (LAÍN ENTRALGO, P: Cuerpo y alma).


14. «De manera todavía más especial y perfecta se halla lo particular e individual en las substancias racionales, que son dueñas de sus actos y no se limitan a obrar impulsadas, como sucede a las otras, sino que se impulsan a sí mismas, y las acciones están en los singulares.
Por este motivo, los singulares de naturaleza racional tienen entre las demás substancias un nombre especial, que es el de “persona”.. Por tanto, en la definición de persona se pone “substancia individual”, para indicar lo singular del género de la substancia, y se añade “de naturaleza racional”, para significar lo singular de las substancias racionales» (AQUINO, T. DE: Summa Theologica).


15. «El hombre es espíritu. Mas, ¿qué es el espíritu? El espíritu es el yo. Pero ¿qué es el yo? El yo es una relación que se relaciona consigo misma, o dicho de otra manera; es lo que en la relación hace que ésta se relacione consigo misma. El hombre es una síntesis de infinitud y finitud, de lo temporal y lo eterno, de libertad y necesidad, en una palabra: es una síntesis. Y una síntesis es la relación entre dos términos. El hombre, considerado de esta manera, no es todavía un yo.
En una relación entre dos términos, la relación es lo tercero como unidad negativa y los dos se relacionan con la relación y en relación con la misma; de este modo, y en lo que atañe a la definición “alma”, la relación entre el alma y el cuerpo es una simple relación. Por el contrario, si la relación se relaciona consigo misma, entonces esta relación es lo tercero positivo, y esto es cabalmente el yo» (KIERKEGAARD, S.: La enfermedad hasta la muerte).


16. «El único objeto que autoriza a los hombres, individual y colectivamente, a turbar la libertad de cualesquiera de sus semejantes, es la propia defensa; la única razón legítima para usar de la fuerza contra un miembro de la comunidad civilizada es la de impedirle perjudicar a otros; pero el bien de este individuo, sea físico, sea moral, no es razón suficiente. Ningún hombre puede, en buena lid, ser obligado a actuar o a abstenerse de hacerlo porque de esa actuación o abstención haya de derivarse un bien para él, porque ello le haya de hacer más dichoso, o porque, en opinión de los demás, hacerlo sea prudente o justo. Éstas son buenas razones para discutir con él, para convencerlo o suplicarle, pero no para obligarle o para causarle daño alguno si obra de modo diferente a nuestros deseos. Para que esta coacción fuese justificable sería necesario que la conducta de este hombre tuviese por objeto el perjuicio de otro. Para aquello que no le atañe más que a él, su independencia es, de hecho, absoluta» (STUART MILL, J.: Sobre la libertad).


17. «Siendo el objeto de la voluntad el fin, y el de la deliberación y la elección los medios para el fin, las acciones relativas a éstos serán conformes con la elección y voluntarias. Y a ellos se refiere también el ejercicio de las virtudes. Por tanto, está en nuestro poder la virtud, y también el vicio. En efecto, siempre que está en nuestro poder el hacer, lo está también el no hacer, y siempre que está en nuestro poder el no, lo está el sí; de modo que si está en nuestro poder el obrar cuando es bueno, también lo está el obrar cuando es malo, y si está en nuestro poder el no obrar cuando es bueno, también lo está el obrar cuando es malo. Está en nuestro poder hacer lo bueno y lo malo, e igualmente el no hacerlo» (ARISTÓTELES: Ética a Nicómaco).


18. «Así el ebrio cree decir por libre decisión de su alma lo que, ya sobrio, quisiera haber callado; y asimismo el que delira, la charlatana, el niño y otros muchos de esta laya creen hablar por libre decisión del alma, siendo así que no pueden reprimir el impulso que les hace hablar. De modo que la experiencia misma, no menos claramente que la razón, enseña que los hombres creen ser libres sólo a causa de que son conscientes de sus acciones, e ignorantes de las causas que las determinan» (SPINOZA, B.: Ética).


19. «La doctrina de la libertad se ha reforzado y ha resultado más clara y coherente desde que la ciencia misma, a partir del cuarto decenio de nuestro siglo [veinte], abandonó el ideal de la causalidad necesaria y de la previsión infalible. La preponderancia del concepto de condición sobre el de causa, de la explicación probabilista sobre el de explicación necesaria (…), ha hecho obviamente anacrónica la conservación del esquema necesario para la explicación de los hechos humanos. (…). La conciencia no testimonia una libertad absoluta ni puede hacer valer absolutamente un testimonio cualquiera al respecto; por otro lado, la ciencia no exige la causalidad necesaria que autorizaría la previsión infalible de los hechos, sino un determinismo condicionante que autoriza la previsión probable de los acontecimientos mismos. La conclusión es que el concepto de la libertad como autocausación (…) es tan poco sostenible como el concepto del determinismo como necesidad (…). La libertad es actualmente (…) una cuestión de medida, de condiciones y de límites en cualquier campo (…). Se insiste actualmente en el hecho de que la libertad humana es una libertad situada, una libertad encuadrada en lo real, una libertad bajo condición, una libertad relativa» (ABBAGNANO, N.: Diccionario de filosofía).


20. «Si se sostiene que todo acto de voluntad o de elección está completamente determinado por sus antecedentes respectivos, entonces (a pesar de todo lo que se ha dicho en contra) a mí me parece que tal creencia es incompatible con la idea de poder elegir que sostienen los hombres corrientes, y también los filósofos cuando no están defendiendo conscientemente una posición determinista. Más específicamente, yo no creo que sea viable que la creencia en el determinismo disminuya el hábito de alabar y culpar moralmente a los ho9mbres por sus acciones, de felicitarles y condenarles, implicando con esto, que son moralmente responsables de ellas, ya que podían haber obrado de otra manera; es decir, ya que no tenían necesidad de haber obrado como obraron (…). De aquí que yo no crea que, sea o no sea verdad alguna forma de determinismo, están equivocados aquellos historiadores o filósofos de la historia que sostienen que la responsabilidad y el determinismo no son nunca incompatibles entre sí, y que a su vez, está o no esté justificado alguna creencia en la realidad de la responsabilidad moral, lo que parece claro es que estas posibilidades se excluyen mutuamente: ambas creencias pueden ser infundadas, pero las dos no pueden ser verdad al mismo tiempo» (BERLIN, I.: Libertad y necesidad en la historia).


21. «Dostoievsky escribe: “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”. Este es el punto de partida del existencialismo. En efecto, todo está permitido si Dios no existe y en consecuencia el hombre está abandonado, porque no encuentra ni en sí ni fuera de sí una posibilidad de aferrarse. No encuentra ente todo excusas. Si en efecto la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás explicar por referencia a una naturaleza humana dada y fija. Si, por otra parte, Dios no existe, no encontramos frente a nosotros, en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace» (SASTRE, J.P.: El existencialismo es un humanismo).


22. «Con los hombres no puede uno estar seguro del todo, mientras que con los animales o con otros seres naturales sí. Por mucha programación biológica o cultural que tengamos, los hombres siempre podemos optar finalmente por algo que no esté en el programa (al menos que no esté del todo). Podemos decir “sí” y “no”, quiero o no quiero. Por muy acuchados que nos veamos por las circunstancias, nunca tenemos un solo camino, sino varios.
Cuando te hable de libertad es a esto a lo que me refiero. A lo que nos diferencia de las termitas y de las mareas, de todo lo que se mueve de modo necesario e irremediable. Cierto que no podemos hacer cualquier cosa que queramos, pero también cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa» (SAVATER, F.: Ética para Amador).


23. «Una inteligencia que, en un momento dado, conociese todas las formas que animan la naturaleza y la respectiva situación de los seres que la componen, si pro añadidura fuese lo suficientemente profunda como para someter esos datos al análisis, abarcaría en la misma fórmula los movimientos de los cuerpos más grandes del universo y el átomo más leve; nada para ella sería dudoso, y el provenir, como el pasado, estaría presente ante sus ojos» (DE LAPLACE, P. S.).


24. «Y, en verdad, la excelsa trascendencia de la persona sobre el cosmos infrapersonal, su elevación respecto a él, se manifiesta con claridad en el hecho de que el hombre puede actuar libremente, mientras los animales y plantas obran movidos por necesidad y de forma predeterminada. (…).
Tan magna es la sublimidad de la libertad, que sirve para sacar a la luz, con plena coherencia, la dignidad del hombre» (MELENDO. T./MILLAN-PUELLES, L.: Dignidad: ¿una palabra vacía?)


25. «Resumiendo: mucho más allá de la facultad de escoger, como su fundamento y término, se encuentra la prerrogativa admirable del hombre de dominar sus actos en relación al bien y, así, de autoedificarse: de dirigirse, a través de semejantes elecciones, hacia su propia plenitud y perfección» (Ídem)


26. «Llamo inocencia a esa enfermedad del individualismo que consiste en tratar de escapar de las consecuencias de los propios actos, a ese intento de gozar de los beneficios de la libertad sin sufrir ninguno de sus inconvenientes. Se expande en dos direcciones, el infantilismo y la victimización, dos maneras de huir de la dificultad de ser, dos estrategias de la irresponsabilidad bienaventurada. En la primera, hay que comprender la inocencia como parodia de la despreocupación y de la ignorancia de los años de juventud; culmina en la figura del inmaduro perpetuo. En la segunda, es sinónimo de angelismo, significa la falta de culpabilidad, la incapacidad de cometer el mal y se encarna en la figura del mártir autoproclamado» (BRUCKNER, P.: La tentación de la inocencia).

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